Tras ese mal trago, Gaia siguió caminando hasta el centro del bosque. En mitad de el camino vio una sombra caminando hacia ella, la cual era muy grande y cargaba algo en su dorso. La sombra era, en cierta medida, similar a un caballo.
Al escuchar pasos cada vez más cerca de ella, se ocultó detrás de un arbusto.
Los pasos hacían retumbar el suelo. El pulso de Gaia andaba por los aires, pues esa criatura no parecía una criatura inofensiva, más bien tenía un aspecto terrorífico y agresivo. Al ya tenerla enfrente de sí misma, se dio cuenta de que era una criatura conocida que salía en los cuentos de mitología.